Sabotaje Cultural

Sabotaje cultural, términos que en su origen describían la interferencia de las frecuencias radiofónicas, es cualquier acción destinada a modificar, alterar y darle la vuelta a los mensajes y memes de la cultura dominante. Entre sus acciones se encuentran la contrapublicidad, la reconquista del espacio público en forma de performance callejera, el boicot a actos gubernamentales, etc. etc. En "El arte de la resistencia cultural", de Gemma Galdon, se incluye una buena muestra de posibles actos de sabotaje cultural. Galdon afirma: "En el imperio de los signos, no escuchar no es una opción. ¿Queda algún espacio de libertad? Sí, la libertad de leer los mensajes de forma diferente, de cambiar su significado. Queda el sabotaje cultural."

Sin intención de hacer un retrato completo y exhaustivo, daré en esta entrada diversas pistas variadas de por dónde se puede comenzar a investigar y estimular la disidencia cultural en la era digital, sea dentro y/o fuera del ciberespacio. Cada cual puede hacerse con ideas propias o ajenas su propio manual singularizado de sabotaje cultural.

Guy Debord ya sostuvo que ante un mundo y una vida que no nos resultan satisfactorias no valen las resignaciones. Hay una salida de la cárcel de la percepción y es desarrollar el arte de transformar radicalmente este mundo. Y la transformación es posible si se ejecutan “las acciones apropiadas”. En los textos situacionistas ya se apuntaban multitud de ideas, siempre desde una noción del ser humano muy singular. El ser humano es ante todo un “motor de cambio”. Ésa es la más definitoria de sus características: tiene la facultad de transformar el mundo en el que vive y que le rodea. El concepto mismo de situación emana de esa visión dinámica del ser humano. Una situación es una realidad determinada por unos factores o causas; modificando pues esas causas, provocando ciertos acontecimientos imprevistos en cadena, se transformará la situación actual.

Kalle Lasn, en Sabotaje cultural [El Viejo Topo, 2007], ofrece un abordaje diferente. Lasn, fundador de la revista Adbusters, sostiene que Estados Unidos ya no es un país, sino una marca. Las empresas multinacionales han conseguido imponerse en un sistema legal que ya sólo existe para facilitar sus operaciones. Desde esta posición de dominio absoluto, las corporaciones se han lanzado al proyecto no sólo de controlar el poder y el dinero, sino las mentes de todos. A través de una publicidad que ya no vende productos, sino estilos de vida, y que se reproduce en todos los rincones de nuestra existencia, las multinacionales pretenden ocupar nuestro espacio mental hasta el punto de que ya no tengamos capacidad de decisión autónoma.
De la misma forma que luchamos para salvar el planeta de la contaminación ambiental, Adbusters inició una campaña para denunciar la contaminación de nuestro espacio mental, utilizando para ello el sabotaje cultural, la contrapublicidad y la manipulación de memes. El libro permite conocer a fondo los orígenes y las propuestas concretas de uno de los grupos contrapublicitarios más influyentes. Más que mimetizar e imitar puede servir para dar origen a nuevas ideas al hacerlas tuyas.

Lasn empieza mostrando un retrato de la sociedad norteamericana en la que el paisaje mental está completamente dominado por las compañías y los Mass Media, un medio ambiente de mensajes adictivos ante el que el individuo dominado tiende a refugiarse en los mundos virtuales que la tecnología y el consumo le proporcionan, un país/marca en el que el gastado "sueño americano" es un valor a la baja y las multinacionales deciden por los ciudadanos qué y dónde comer, cómo vestirse, qué pensar (o cómo dejar de pensar), y cuándo y por qué sentirse supuestamente felices. En materia de medios, Lasn hace referencia a lo que él llama la pérdida de infodiversidad, el agrupamiento de medios de información en trusts mediáticos propiedad de una sola persona o familia, así como el control del mundo editorial, musical y la producción cinematográfica por parte de algunas mega compañías, con el consiguiente detrimento de la calidad de la información y de la diversidad de la cultura.

Según Lasn, la responsabilidad de esta situación la tiene la (in)cultura del consumo instigada por las grandes multinacionales a través de la publicidad, tanto directa como indirecta. (…)
No es obligatorio resignarse: podemos liberaremos de su influencia estupidizadora a través de la autodefensa psíquica, la rebelión, la subversión y la rebeldía innata que todos poseemos, por más que el gulag invisible se encargue de eliminar esa capacidad libertaria desde nuestra infancia, anulando nuestros auténticos deseos para favorecer aquellos que sirven para aumentar el dominio de la dictadura de la percepción.
Algunos de los análisis de Lasn no han perdido validez en los ocho años que ha tardado en publicarse traducido a nuestro idioma “Sabotaje cultural”. La publicidad invade aún más el espacio que nos rodea. El medioambiente mental sufre tanto o más que el medio ambiente real, algo que podemos comprobar tratando de establecer comunicación con cualquier individuo elegido al azar. La dictadura de la estupidez, la mentira y el malestar se acrecientan. Se consume igual o más que entonces, y las posibilidades de ceder al dominio y el control han aumentado hasta cotas insospechadas en aquella época. Ayer mismo la comisión de la energía avisaba que a este ritmo sólo nos quedan recursos para 8 años más. Sin embargo, nada ni nadie parece capaz de detener el desastre. Como avisó hace años William Burroughs, si no asaltamos los estudios de la realidad comenzaría la cuenta atrás.

10, 9, 8, 7... Cuando la crisis energética, económica, cultural y social se acrecienten será decisivo que exista o no individuos organizados en red, colectivos osados y decididos que, como ha sucedido históricamente, aprovechen el resquebrajamiento del sistema dominante para quebrar el control. En los años de actividad de grupos como Adbusters se han comprobado los límites del sabotaje cultural. Podríamos decir que el sabotaje cultural es condición necesaria pero no suficiente para provocar transformaciones individuales y sociales. Sin auto-organización de ciudadanos libres (no súbditos o adictos al malestar) el sabotaje no basta.

Fuente: Extracto del artículo: “Sobre "Sabotaje cultural: Manual de uso", De Kalle Lasn” - www.frentetransversal.com.ar/spip/article3408.html

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